Yo era pequeño, jugaba en las casas hundidas.
Acompañaba a mi madre
a las colas del pan,
no me enteré del hambre.
Jugaba -el sonido de la corneta
en el aire de la posguerra- a conquistar trozos
de tierra, con el clavo, con el hinque,
mientras los muertos se enfriaban,
los muertos de todos,
que no se ofenda nadie.
Después de las bombas,
las bombas de todos,
vino la paz, la huida, el destierro, el hambre.
La nuestra fue una guerra -maldita- más,
que nadie se extrañe.
¿Qué guerra no tiene bombas, muertos cárceles,
hambre?
Las guerras hay que evitarlas antes:
No coquetear con banderas que no quiere nadie.
No ofender los sentimientos, las religiones de nadie.
Justicia para todos...
¡hay que impedir que las guerras estallen!
(Cap.II, "Recuerdos con el sepia de los años")
martes, 24 de mayo de 2011
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Esos recuerdos ni se olvidan
ResponderEliminarcon la sepia de los años,
aunque no vi caer
las bombas si recuerdo
la mantequilla y la leche
que nos daban en la escuela
para matar parte del hambre.
Un abrazo Jorge
Jorge,tu poema me ha encantado,en él pusiste tu corazón de niño grande,que recuerda y sabe que,las guerras hay que evitarlas antes...!
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo inmenso por tu claridad y contundencia.
M.Jesús