viernes, 18 de junio de 2010

Madre rota

El otoño luchaba con el invierno,
perdiendo la partida.
Era una mañana fría de Sigüenza,
muy fría, gélida.

Las nubes habían teñido de noche el día.
El aire clavaba la lluvia en nuestras mejillas.

El pinar, mientras, nos regalaba
con el aroma
de tierra y plantas mojadas;
tomillo y romero y, también, resina.

Las copas de los pinos
nos saludaban silbando,
se inclinaban con el viento,
al paso de nuestras correrías.

El castillo, en ruinas,
nos miraba helado;
no se creía tanta alegría,
en día tan ventoso y frío.

Confundidos con los silbidos,
que los pinos emitían, nos llegaron... ¿lloros...
gritos...? Corrimos hacia el camino
que las ramas cubrían.
No lejos, una mujer,
desafiando a los elementos,
se dirigía hacia el cementerio.

Apenas en falda y camisa,
llevando una pequeña caja
del color de las astillas.
Entre quejidos y sollozos subía.

A su niña, muerta, iba hablando, acariciando,
chillando, susurrando,
gritando al cielo.
A nosotros nos ignoraba; no nos veía...

De un resbalón caía a tierra;
en el suelo abrazaba aquella pequeña caja;
la acariciaba, la besaba,
mientras, desgarradoramente,
“mi pobre niña”, decía...temblando.

(De "Belleza cruel", cap.I, "Mujer, deja que te hable de amor")

domingo, 6 de junio de 2010

Mujer sola

Rostro sereno, aún no ajado.
Ojos profundos, inquisidores.
Boca de pétalos desflorados
de sus primaveras.

Senos que nunca fluyeron mieles,
que nunca amamantaron aunque el amor y el placer
gustaron,
henchidos en deleites y goces.

Cuerpo provocador de envites apasionados,
de relajación
de miembros enlazados, reincidentes y locos.

Los amores... aves de paso; en su sentimiento
no anidaron,
sólo posaron, descansaron su fugaz vuelo.

(De "Belleza cruel",cap.I, "Mujer, deja que te hable de amor")