sábado, 23 de enero de 2010

En tus brazos

Estás dormida a mi lado;
acaricio, con mi vista, tu cuerpo,
al sueño abandonado;
en tus labios una sonrisa...

Tus cabellos desparramados,
tus manos en tus brazos, como abrazando;
quisiera estar en medio...
sin estar en ti ¡qué solitario me encuentro!

La almohada recibe tu aliento,
tus ojos están cerrados,
tus senos libres,
con tu respiración, cabalgando.

Quisiera estar en tus sueños,
quisiera ser tu niño mimado;
tú estar siempre pendiente de mí,
ser yo... tu juguete adorado.

(De "Belleza cruel" cap.I, "Mujer deja que te hable de amor")

sábado, 16 de enero de 2010

Noche de San Juan (Brisas)

Una fresca brisa ondeaba sus cabellos
con lento movimiento, acariciaba sus senos
con el leve tremolar de su vestido,
se deslizaba suave, como la noche,
como de amor dormido.

Traía aromas de verano
de rosas, de jacintos, de pinares cercanos,
de tierra mojada, de heno, de hierba
recién cortada.

Noche de San Juan, de limones,
de tormentas, de amores, de hogueras y promesas...

Tu me diste una flor yo te di toda mi fuerza;
fluía la pasión,
mis besos ahogaban tu candor,
mis brazos poseían tu cuerpo.

Cantares de la madrugada nos despertaban;
aún nuestros cuerpos uno,
los cabellos mojados por la escarcha,
al alba.

Nos saludaba otra brisa más fresca,
más lozana,
mientras el sol cegaba nuestros ojos
y nos dejaba desnudos.

sábado, 2 de enero de 2010

La mujer y el espejo

Se ha desprendido de la última prenda
que la cubría; ahora está desnuda ahí,
frente al espejo.

Como si fuera un rito,
va recorriendo, milímetro
a milímetro, poro a poro, su piel;
sus ojos, escrutadores y críticos, viajan
por todo su cuerpo.

Su cara de piel tersa, ojos grandes, de profunda
y dulce mirada,
de miel, que no acarician a nadie.
Su cuello, frágil, con caracolillos
donde el cabello nace.

Hombros que dibujan su delicada
silueta, con leves cuencos...
Su espalda se desliza, entre arcos,
suave, armoniosa, hasta el cóncavo de su cintura.

Sus senos erguidos, armados
con puntas mirando al cielo,
con círculos sonrosados,
erizados y con minúsculos montecillos;
por ellos resbalan sus manos...

El valle de su vientre es recorrido
con mano ávida,
con sutil y fugaz movimiento se dirige
a su sexo,
con escaso vello, siempre desierto...

Por un momento tiembla su cuerpo...
las caricias no van más lejos;
continúa por sus muslos
deslizando sus dedos.

Al tiempo, se vuelve para dejar reflejado
donde la espalda termina,
su redondez rotunda,
con sima graciosa y profunda.

Las piernas, cual columnas,
sustentan esa figura monumental, bella.
Al espejo, negro de azogue, negro
de ver ese cuerpo,
de ser espejo le da tristeza...que... ser hombre,
seguro, él prefiera en esos momentos...

(De "Belleza cruel" cap.I, "Mujer deja que te hable de amor")