martes, 20 de octubre de 2009

Gráciles y dicharacheras

Las manos de los sordos –gráciles y dicharacheras-
baten el aire cual raudas palomas mensajeras.

(De cap. III, "De ahora y de siempre")

Ubicua y eterna


Sin túmulos, réquiems ni plañideras,
sin pomposas carrozas, sin caballos,
-ni negros ni blancos-
con o sin sudarios,
echan sobre ti palas de tierra;
quieren cubrir tu efigie,
tu cara, tu gesto -rígor mortis-
todos te huyen, nadie te nombra,
te queman, te incineran
-a dos mil grados-
pero tú, maligna Ave Fénix,
-roja, de sangre y fuego-
te alzas, erguida tu guadaña;
campos y ciudades sobrevuelas.
Después vendrán los buitres y las hienas...
tu negra sombra -de muerte-
la tierra cubre, la vida quiebra; ubicua y eterna.

(De cap. III, "De ahora y de siempre")

Amar

Tú y yo, solos, cualquier habitación,
no importa el sitio; en cualquier lugar...
Mediasnoches para comer,
noches enteras, y sus días, para amar.

De cap. I, "Mujer, deja que te hable de amor"), y los siguientes...

Si tú no estás...

Se diluye el sabor de tus besos,
la esencia de tu cálido cuerpo,
con la sal de las mareas,
con el hielo del invierno.

Mis manos vagan errantes y desesperadas,
buscando tus sendas,
las sedas de tu cuerpo,
porque si no estás, mi vida, sin ti, yo soy nada.

El tiempo va marcando la distancia, aleja el tren
de los sueños;
tu imagen queda atrás, difuminada
entre la niebla del mañana incierto.

Mi alma, vacía sin ti, es más fría que el hielo
de la madrugada,
nuestro lecho, estepa árida y desierta,
sin el cálido oasis de tu cuerpo.

¿Dónde hallar el fulgor de tus ojos,
dónde la noche, sin estrellas, de tu cabello,
dónde tu risa, dónde tus besos?