Entre las rojizas y escarpadas rocas, donde
los buitres plantan sus nidos,
en una estrecha gruta, una escuálida figura
permanece estática, las rodillas en tierra.
Sus huesudos brazos, desnudos y en cruz,
parecen dos estacas.
Su calva se confunde con el color de las rocas.
Una pelambrera cana -ovillo desmadejado de lana-
cae a su espalda.
Su torso, así, desnudo, del color de la calva.
Unos harapos blancos, atados con cuerdas,
impiden su desnudez, sus vergüenzas ocultan.
Sus pies, sucios, con uñas largas -cual garras-.
El graznido del buitre rompe la paz;
rebota en las rocas de la gran mole de piedra,
se pierde por el horizonte,
acompaña al sol que por allí se esconde. Mientras
el santón reza y llora…
Cap.III,"De ahora y de siempre")
domingo, 21 de noviembre de 2010
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Qué bien describes la estampa, Jorge.
ResponderEliminarMe transportas allí.
Un abrazo grande.
Una imagen que recuerda otros tiempos en los que los anacoretas lo eran de manera voluntaria y por el bien de su alma.
ResponderEliminarPor el texto del poema es lo que se me ocurre, aunque bien pudiera tratarse de un anacoreta a la fuerza, un desasistido, un paria de hoy.
Hermosos y bien elaborados versos. Un saludo Á.
Una imagen que
ResponderEliminarinspira tristeza,
un alma que reza y llora
en la desmadejada soledad
de las rocas.
Besos Jorge
Hola, Jorge:
ResponderEliminarSiempre he admirado que con unos pocos pero intensos versos, se pueda llegar a describir tan acertada y ricamente como tú lo haces. Casi he visto a tu "anacoreta". Felicidades.
¡Me alegra mucho tu vuelta, amigo!
Un fuerte abrazo. Nos seguimos leyendo...