Catedral, monumento verde en la espesura,
tus columnas se levantan al cielo
con el ulular del viento,
tejiendo, en sus ramas, la gran cúpula.
El sol se filtra entre las cristaleras del aire
y múltiples reflejos;
leve luz, muy tenue, que invita a la contemplación,
a la melancolía; soflama de ilusiones
perdidas,
vía crucis de pasiones y vidas solitarias.
El rumor del arroyo recorre tus sombras, cual
agua bendita irreverente,
se envuelve con sonidos de timbales de cigarras,
con cantos de aves y los rugidos de alimañas.
(Cap.III, "De ahora y de siempre")
viernes, 3 de diciembre de 2010
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Es un símil perfecto, Jorge.
ResponderEliminarTanto en el bosque como en las iglesias se pueden escuchar "cantos de aves" como "rugidos de alimañas", por desgracia.
Un beso enorme, poeta sublime!!!
Engulle ese bosque hasta la mismidad.
ResponderEliminarBesos multplicados, paisano.
Jorge,esa catedral-bosque de la naturaleza es una preciosidad.Realmente tiene matices religiosos,nos inspira e incita a la meditación..El Creador allí habita y escribe su belleza.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo inmenso,amigo.
M.Jesús
La catedral y el bosque... Siempre se pierde uno en su atmófera, siempre se respira algo intangible. El bosque y la catedral sirven para esconderse, para meditar. Para vivir. Luego, cada cual cargue con sus alimañas.
ResponderEliminarEs la misma y dulce intimidad
ResponderEliminarla que se respira, en ambas
se encuetra ese clima propicio
de mirar hacia dentro.
Besos
Maravillosa contemplación de la luz y el silencio.
ResponderEliminarUn espacio para meditar. Te felicito.
Un abrazo
Hola, Jorge:
ResponderEliminar¡Qué manera más hermosa de describir un bosque!
Me ha gustado especialmente que lo llames Catedral de espesura con sus tres columnas hacia el cielo y el viento tejiendo su cúpula...
Eres un artista, querido poeta.
Gracias por esta contemplación por medio de tan hermosas palabras.
Un abrazo.