Líbrate de sucumbir a ese amor,
que dicen que no te conviene…
Si tú les escucharas, oirías los argumentos
que oyen todas las esquinas...
Señor, Señor! Como si el corazón se abriera a la razón,
al cálculo, a la suma.
¡Yo quiero a mi niña morena!
y soy sordo cuando sus ojos me miran como me miran,
y soy ciego cuando sus labios pronuncian mi nombre,
y subo al cielo cuando su piel acaricia mi piel.
Y dicen... lo que digan,
sonrían... como sonrían;
¡yo quiero a mi niña morena!
¿Podría vivir, mi amor, sin tu amor?
¿Podrían mis ojos ver, sin a ti, mi amor, verte?
¿Podría mi piel gozar,
sin mi piel gozar de tu piel?
¡Ay, mi amor, es mi alma esclava de tu alma!
Y lo que digan...y como sonrían...
no es nada que pueda detener
nuestra loca pasión desatada.
(Del poemario "Me traía una sonrisa")
jueves, 8 de abril de 2010
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Hermosa forma de contar lo que se siente cuando estás atrapado por el amor o, mejor dicho, por el enamoramiento. Digan lo que digan...
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Mercedes.
ResponderEliminarDe este modo nos invade el sentimiento cuando se trata de amor. Nada parece existir fuera del recinto de las miradas, las caricias y los besos. En fin puro deseo. Un poema con una fuerza increíble. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias, Luis.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es perderse en la locura del amor, es no aceptar acotaciones, es amar y nada más.
ResponderEliminarBello poema, expresión libre de ataduras.
Saludos cordiales,
Hasta pronto poeta.
Pluma Roja, muchas gracias.
ResponderEliminarBesos.
...Y un día, al doblar la esquina, te encuentras de cara con la verdad y dejas de ser esclavo del amor.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Media Luna, qué bien saber de tí. Ya tengo un poema sobre lo que dices; tú tienes mi libro, se titula El desengaño, pag 47.
ResponderEliminarPero no siempre ocurre...
Besos y gracias por venir.
¡Qué hermoso! Tus versos se fragmentan en astillas de luz y de sentimientos. Poder expresarlos de esta manera es una caricia para el alma...
ResponderEliminarUn cariño inmenso, Jorge.
Liliana, muchísimas gracias por tu cariñoso comentario.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jefhcardoso, un saludo.
ResponderEliminarPreciosos versos
ResponderEliminarque hablan del
gran amor del verdadero,
del que importa.
Un abrazo Jorge.
El amor por encima de todo, la belleza de tus versos por encima de muchos.
ResponderEliminarQué gran sensibilidad la tuya, poeta.
Un beso.
Muchas gracias, Marisa.
ResponderEliminarOtro abrazo para tí.
Emibel, qué generosidad la tuya. Gracias.
ResponderEliminarOtro beso para tí.
Jorge Torres Daudet, tu opinión es muy importante para mí. Estoy traduciendo este texto. Una persona que sepa el idioma me está ayudando. Pronto volveremos con las noticias. Abrazo y gracias por su atención!
ResponderEliminarJefhcardoso
Traduciendo O Cavaleiro da Triste Figura, digo.
ResponderEliminarAbraço!
Que bello poema lleno de amor. Jorge, que hermoso leer y recordar viejas epocas. Te dejo un beso, cuidate amigo.
ResponderEliminarMuchas gracas, Sandra.
ResponderEliminarBesos.
¡Ay, querido amigo Jorge, es verdad, los sentimientos no entienden de razones...!
ResponderEliminarSon el río por el que fluimos, son el mar por el que navegamos, son ese caballo al que, a veces, debemos domar y aprender a sujetar las riendas...
Pero sólo podemos hacerlo nosotros, digan lo que digan los demás.
Tus poemas me siguen llevando de la mano a la misma bahía de calma, ¡qué talento!
Me alegra que hayas disfrutado leyendo "Solovky"...
Un beso grande.
Mucho; me ha encantado tu relato; además muy a propósito de las fechas que corren.
ResponderEliminarGracias por tu visita y comentario.
Otro beso para tí.
Estimada Jorge Torres, también yo os envío un texto mío y traducido. Espero que les guste.
ResponderEliminarHug: Brasil Jefhcardoso.
El Jardín de la Muerte
ResponderEliminarLa muerte estaba em su imenso jardín para cortar algunas rosas y, arreglar algunos arbustos y, arrancar algunas malas yerbas, cuando, en la imensa jardinería, vino el sonido del alta voz a llamarme para atender una ocurrencia. Es que ella siempre estaba de guardia, vivia de guardia. Como todas las veces el llamado era urgente. Ella ya sabía que aquello ocurria, estaba de aviso, y, su experiencia profesional le permitía adelantarce al momento en que un cliente nesecitaría de sus servicios.
Salio veloz, pasó por todos parientes que se encontravan em la puerta del cuarto del hospital, el pobre anciano agonizaba. Se coloco lado a lado junto com los que se encontravan al lado del viejo cerca del lecho. Algunos sentian que se rompia al pasar. Sentian um escalofrío que recorría em um segundo de los pies a la cabeza, o de la cabeza a los pies; otros deciam heber sentido algo extraño, como un mal presentimiernto, una cosa mala o algo parecido. El hecho es que ella vino. Si se demora all llegar, si llega rápido, nada de eso tendría importância. En la hora exacta que era para estar allí, allí ella estaba. Ni una fracción de segundo fuera de lo que estaba previsto em aquel gran libro de la vida. Al llegar se encontro com el anciano luchando intensamente para dejar lãs dependencias de la carne. Era um gemido sin pausa, una repiración difisilísima, agonisante. Agotado de tanto ententar descarriar a la apariencia que conocía por ser su ser, sintío gran alivio al ver el gran profesional del rama que había llegado.
Al acercarse del hombre ella le toco em las heridas interiores con su vasta experiência; cosas acumuladas desde el primer ser vivo, “protozoário”, hasta el presente momento em que se encontraba allí en aquel cuarto de hospital. Arranco aquel pobre hombre de su piel como quien retira uma carta de um sobre. Le pidió que esperasen en una esquina del cuarto que las otras providencias ya estaban encaminhadas y partió. Regresó para su jardín. Más es claro que el dia de mañana ya habia cambiado devido a la interrupcion del disfrute de aquel dia con mucho sol. Decía ella, em su intimidad, que la mañana era como el café, sino se la tomava de uma sola vez de inicio a fin, queda frio y pierde su aroma y sabor. Pensando de esta manera, es claro que la señora no era muy humorada con su oficio, de bien con la vida por así decir. Ella continuo con sus cortes.
Escrito por Jefhcardoso
Estimado amigo,Jefhcardoso. He leído tu relato en el que describes el truculento oficio de esa poderosa señora.
ResponderEliminarLa traducción, de un trabajo literario, no es como la de una simple carta; el traductor debería ser (en mi modesta opinión) también escritor, quizá más avezado que el mismo autor, para poder plasmar los matices que aquél quiere expresar con sus palabras.
Veo que eres joven; sigue escribiendo, pues te gusta, y pide una crítica a un escritor que escriba en tu idioma, que es quien estará capacitado para darte una opinión válida de tus trabajos.
Te supongo con dudas en lo que haces; no te preocupes, esa sensación de inseguridad es también muestra de interés por hacerlo bien, y ésto se consigue trabajando. Escribe, lee, y buena suerte, amigo.
Un abrazo.
Que sabe la gente lo que sienten dos que se aman. Quién puede ser juez en cosas del corazón. Nadie.
ResponderEliminarMe gustó.
mariarosa
Precisamente porque tienes razón en lo que dices, te invito a venir a mi blog y leer mi poema "El amor es valentía"
ResponderEliminarMe gusta mucho lo que has escrito.
Un beso amigo.
El amor no entiende razones de lógica. El amor hay que vivirlo sin más.
ResponderEliminarHermosos versos, llenos de ritmo y música.
Un placer leerte.
Saludos.
María Rosa, muchas gracias por tus amables palabras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Duna, gracias, luego me paso por tu blog.
ResponderEliminarUn saaludo.
Amor, amor, amor... no existiría él, si no existiene yo.
ResponderEliminarRecuerdas a Miguel Hernandez?
Triste es el hombre si no muere de amores, triste, triste.
Haber cuando hay suerte y volvemos a encontrarnos.
Gracia por tus comentarios cuando paseas por mi blog.
Besitos
Gracias, Elena.
ResponderEliminarBesos.